Dosier: Las madres en la «gestación subrogada»

Por Ana Trejo Pulido, Stop Vientres de Alquiler.

Publicado 30 de septiembre 2017


Introducción

En el contexto de la economía global, la feminización de la pobreza y la necesidad económica hacen que la maternidad subrogada prospere como una opción para las mujeres más vulnerables.

Por este motivo, se han creado «centros» internacionales de subrogación en todo el mundo, pero especialmente en países con altos índices de pobreza femenina donde las mujeres son fáciles de reclutar debido a su vulnerabilidad socioeconómica.

Los destinos más frecuentes de la gestación subrogada comercial low cost fueron hasta el 2015 India, Tailandia, Nepal y Camboya y desde esa fecha, debido a las restricciones implementadas en estos países, el negocio se traslada a Ucrania, Rusia, Kazajistán, Georgia y Grecia (desde el año 2014).

Por otro lado, tenemos algunos estados de Estados Unidos, como California, Texas y Florida que son la meca de la gestación subrogada comercial.

  • Tailandia prohibió la gestación comercial para extranejeros/as en febrero de 2015.
  • Nepal se sumó a la prohibición en 2016.
  • En el año 2010 India anunció una modificación legislativa similar, sin embargo la reforma del año 2013 se limitó a restringir el acceso a esta práctica a personas a título individual y a parejas homosexuales. En 2015 se prohibió para los extrenajeros que suponían entre el 75 y el 80% de los clientes. Finalmente, desde diciembre de 2018 y tras dos años de debate, solo se permite el la maternidad subrogada en su versión altruista para parejas indias con problemas de fertilidad.
  • En México, sólo está permitida en Tabasco y para parejas mexicanas. Desde 2015 se prohibió la práctica a extranjeros.

La ausencia de un marco legal que prohíba la práctica en países como Nigeria, Kenia, Colombia o República Checa está haciendo que la industria haya puesto el foco en estos destinos, junto a países no reconocidos como Abjasia o la República Turca del Norte de Chipre, donde clientes y clínicas aprovechan el vacío legal y la permisividad de las autoridades para campar a sus anchas.

La mayoría de las mujeres que optan por gestar una criatura para terceras personas lo hacen debido a la falta de oprotunidades, formación y al desempleo. Necesitan dinero para subsistir, dinero para comida, alquiler y matrícula escolar para sus hijos e hijas.

«Generalmente, una madre subrogada contará con menos recursos económicos que la pareja que busca tener descendencia mediante la celebración del contrato, situación esta que puede llevar a la existencia de un poder de negociación desequilibrado». En esta dirección se pronunció la Corte Suprema del estado de Nueva Jersey en el caso In the Matter of Baby M, quien afirmó que en los contratos de maternidad subrogada, probablemente serán las personas con suficientes recursos económicos quienes tengan la calidad de familias  adoptantes o de intención, mientras que las mujeres con escasa capacidad económica serán quienes asuman la posición de madres subrogadas. Señaló entonces la corte: «Dudamos que las parejas infértiles pertenecientes al grupo social con menos ingresos encuentren madres subrogadas pertenecientes a los grupos sociales con mayores ingresos». Igualmente, en el caso R.R. v. M.H., la corte reconoció que «los acuerdos de maternidad subrogada compensados generan la preocupación de que, bajo presiones económicas, una mujer permitirá que su cuerpo sea usado y su hijo tomado».

En general, hay un gran desconocimiento sobre las implicaciones de esta práctica para los derechos humanos y la salud de las mujeres.

Esto se debe a que gran parte de la información sobre la subrogación proviene de los lobbies pro vientres de alquiler, las agencias intermediarias y las clínicas —a través de sus páginas web, ferias, congresos y jornadas informativas y programas en los medios de comunicación—, quienes obviamente tienen un interés económico en presentar los vientres de alquiler como una práctica en la que todas las partes ganan.

Por lo tanto, a veces puede resultar difícil obtener una imagen completa y precisa de las diferentes cuestiones éticas, jurídicas, sociales, económicas y sanitarias implicadas en la maternidad subrogada. A continuación analizamos algunas de estas cuestiones.

Algunas cifras sobre la maternidad subrogada

  • Se estima que la cifra de negocio de la gestación subrogada a nivel global se sitúa en los 6.000 millones de dólares anuales.
  • Las madres gestantes solo perciben el 0,9 % del total del negocio internacional de los vientres de alquiler. Por este motivo, puede hablarse, siguiendo a Laura Nuño, de proxenetismo reproductivo.

  • Durante las últimas décadas, solo en Estados Unidos, se calcula que el número de mujeres al servicio del baby business asciende a 25000.
  • Se estima que cada año las madres «subrogadas» dan a luz al menos a 20000 criaturas en todo el mundo.
  • En términos económicos, dependiendo del país y de la experiencia de la madre gestante, el coste de la práctica oscila entre los 40000 y los 150000 euros.
  • La compensación económica de la madre, sin embargo, se sitúa entre los 2500 (India, Nigeria) y los 30000 (EE.UU) euros.

  • La  mayoría son mujeres de entre 25 y 35 años que ya han sido madres y que cobran entre un 20 y un 25 % del total del coste del proceso.
  • En EE.UU entre un 20 y un 50% de las madres sustitutas son esposas de militares, según los estados.
  • La mayoría del dinero (entre el 75 y el 80 %) que pagan los clientes por adquirir un bebé se lo queda la empresa, la cual paga los contratos, la estancia de la pareja y la implantación del embrión.
  • En los países en desarrollo, la mayoría de las madres sustitutas viven por debajo de la línea de pobreza.
  • En países como Estado Unidos o Canadá las madres sustitutas son de bajos ingresos.
  • Menos del 4 % de las madres han recibido educación universitaria.
  • Más del 40 % de las madres están desempleadas y/o reciben ayudas sociales.
  • En India había en 2009 más de 3 000 maternidades que ofrecían servicios de subrogación.
  • En India —donde el salario medio anual se sitúa alrededor de los 550 euros, el proceso cuesta, aproximadamente, unos 13 000 euros, de los cuales la madre percibe entre 2 000 y 4 000.
  • Hasta 2010 se estimaba que el 75 % del total de las gestaciones practicadas en India eran servicios a extranjeros/as.
  • Entre 2.000 y 2.500 niños nacen por maternidad subrogada en Ucrania cada año.
  • Antes de las prohibiciones de viaje por el Covid-19, unas 3.000 mujeres ucranianas viajaron al extranjero para realizar partos subrogados y otras 30.000 viajaron para donar óvulos, en el último año (2020).
  • Durante los meses que hubo restricciones de viajes, en Ucrania se esperaba que dieran a luz más de 1000 mujeres.
  • Durante esta época, según datos de los medios de comunicación, quedaron varados al menos 1000 bebés en Rusia, más de 400 en EEUU, más de 100 en Ucrania y 40 en Georgia, esto son solo los casos que trascendieron, la punta del iceberg de un negocio opaco del que se carece de cifras oficiales.
  • En Ucrania una mujer puede recibir unos 11000 dólares por un embarazo, más un estipendio de 200 dólares mensuales, una suma que es más de tres veces el salario anual en Ucrania de aproximadamente 3000 dólares.

Madres de alquiler indias hablan del dolor de entregar a sus criaturas


  • En Gran Bretaña una gestación subrogada cuesta unos 20000 euros y sólo está permitida a mujeres oriundas del país.
  • En México la compensación para la madre se sitúa alrededor de los 7000 euros, mientras que el coste total de la práctica oscila entre los 40000 y los 60000 euros.
  • 18000 euros más los gastos fue la compensación que recibió la primera española que se sometió a esta práctica en Ucrania. Afirma que se prestó a ello porque su familia pasaba por problemas económicos.

Vulneración de Derechos Fundamentales de las mujeres: del derecho de filiación a la autonomía reproductiva y la salud materna

La maternidad comercializada vulnera derechos fundamentales, como el derecho de filiación, que es el derecho de la mujer que ha parido a ser reconocida como madre, y que tanto nos ha costado conseguir. Sobre la vulneración de este derecho se sustenta todo el contrato de subrogación. La cesión del derecho de filiación, antes de que la mujer se quede embarazada, es el primero de toda una serie de recortes sobre los derechos y libertades fundamentales de las mujeres.

En relación a la autonomía reproductiva y la soberanía sobre el propio cuerpo, las condiciones impuestas en los contratos obligan a la madre a ceder dicha autonomía y soberanía a terceros. De modo que el supuesto consentimiento informado —que no es tal, ya que no se informa de las consecuencias reales de esta práctica a las mujeres y no hay posibilidad de revocarlo, como sí ocurre con todo consentimiento informado de paciente— significa en la práctica que las mujeres tienen que dejar en manos de los clientes y las clínicas la toma de decisiones sobre todos los aspectos de su vida durante los meses que dura el embarazo y los meses previos a la concepción.

Violación del derecho a la salud materna

La salud materna, que comprende todos los aspectos de la salud de la mujer desde el embarazo al parto y el posparto, va a verse seriamente comprometida por las condiciones de los contratos de subrogación.

Antes de abordar los riesgos para la salud de esta práctica, es necesario señalar qué implica la gestación, qué supone el embarazo en la vida de una mujer.

Desde mi punto de vista, existe un gran desconocimiento y banalización del origen materno de la vida, tanto de los profundos cambios fisiológicos y psicológicos (y en el caso de algunas mujeres, espirituales y políticos) que experimentamos las mujeres durante el embarazo, como sobre el trascendental impacto social que tienen las condiciones en las que las mujeres concebimos, gestamos, parimos, amamantamos y nos vinculamos con nuestras criaturas.

La madre no es un contenedor aséptico dentro del cual se desarrolla el feto como si estuviera en una cápsula. La madre es el primer hábitat de la criatura. Entre la madre y la criatura se va a ir gestando el vínculo materno-fetal, cuyo centro neuronal está en el cerebro, que se produce tanto a nivel celular como en el apego afectivo. La madre gestante y su bebé desarrollan un nexo, una comunicación y un intercambio que tienen una fuerte base biológica desde las primeras semanas de la gestación.

Las investigaciones han confirmado que esa comunicación se da incluso antes de que el embrión se implante en el endometrio y que las gestantes son capaces de variar la genética de la futura criatura aun cuando el óvulo es de otra mujer, como sucede en los casos de ovodonación.

La psiquiatra perinatal e investigadora Ibone Olza describe el vínculo materno-fetal como una relación cálida e íntima que se establece entre el bebé y su madre y cumple la función biológica de promover la protección, la supervivencia y, en última instancia, la replicación.

Además, en esta simbiosis entre la madre y la criatura se produce otro hecho fascinante: el microquimerismo fetal. Se trata de un intercambio de células entre la madre y el bebé que hace que algunas células madre de la sangre del feto y la placenta pasen a la circulación de la madre, y algunas células de la madre pasen a la circulación del feto.

Ibone Olza explica que los cambios que se dan en la gestante son neuroquímicos, morfológicos y funcionales: se modifica para siempre la estructura cerebral de la madre, cambian especialmente las regiones implicadas en las relaciones sociales, la plasticidad alcanza su punto álgido, creándose nuevas neuronas, mientras que otras se eliminan y/o migran. El cerebro, a medida que avanza el embarazo, se vuelve cada vez más emocional, las gestantes afinan su capacidad de discriminar estados emocionales en otras personas y agudizan su intuición. La mujer está en un estado de hipersensibilidad emocional e hipervigilancia que le permite ponerse en el lugar del bebé y ocuparse de sus cuidados.

Este estado hace a la madre más vulnerable, y si las condiciones sociales, culturales y/o personales de la gestante no la acompañan, no la sostienen y no están en sintonía con este trascendental momento vital, existe un riesgo alto de que se puedan desencadenar los trastornos mentales perinatales que muchas mujeres sufren en el embarazo y el posparto.

Adiestradas para negar el vínculo

Las clínicas de subrogación someten a las madres a terapia psicológica, especialmente a partir del quinto o del sexto mes, a través de la cual se intenta «suprimir» el vínculo materno-fetal que de facto se desarrolla.

La existencia del vínculo materno es un hecho que las propias clínicas no pueden ocultar, aunque traten de minimizarlo, como podemos ver en esta imagen tomada de una agencia.

Este adiestramiento tiene como objetivo que la gestante corte, olvide, suprima o bloquee toda clase de vínculo con el bebé, ignorando intencionadamente el impacto negativo que esta disociación va a tener en la salud tanto de la mujer como del bebé.

A diferencia de procesos como la adopción, cuyo objetivo central es la restitución de lo que el menor ha perdido (los vínculos físicos, bioquímicos y emocionales que pudieron haberse generado con una madre y un padre biológicos), la subrogación se basa en la ruptura de ese vínculo.

La explotación reproductiva está centrada en la voluntad de los clientes, quienes buscan, desde un inicio, «desvincular» al bebé y a la madre.

Kajsa Ekis Ekman, en su libro “El ser y la mercancía”, explica cómo las propias mujeres asumen la cosificación a la que son sometidas con esta práctica, divorciando su mente de la realidad que está sucediendo en su cuerpo, disociándose de la realidad que están viviendo. De este modo, pueden afirmar internamente que ellas no se venden, sino que venden su capacidad de gestar.

La capacidad de gestar es vista por la propia mujer como una función separada de su «ser» para poder así mantener una distinción entre lo que se alquila (el útero) y el Yo.

La idea de que el ser es completamente distinto del cuerpo es la que sustenta la idea de que es posible vender el cuerpo sin venderse a sí misma.

Hay aquí un paralelismo entre la maternidad subrogada y la prostitución, no solo sobre la base de «vender el cuerpo», sino sobre la base del similar desapego psicológico necesario para llevar a cabo estos «servicios».

Esta disociación del propio ser, entre lo que soy y lo que vendo, es tremendamente perjudicial para una persona, porque rompe su integridad esencial. Los investigadores ya no consideran que este intento de disociar sea un simple «mecanismo de defensa», sino que lo consideran más bien un síntoma de trastorno de estrés postraumático.

Sin embargo, la mujer que gesta para otros —en su tarea de disociar su ser de su cuerpo y de la criatura que lleva en su vientre— tiene un mayor desafío que la mujer prostituida. Ella no puede desconectarse de su cuerpo tan fácilmente. Mientras que la mujer prostituida puede escapar de su situación viviendo destructivamente, todos los mecanismos de creación de distancia física son imposibles para la madre que gesta. La mujer que está gestando un bebé para otros no puede ignorar su situación tomando drogas, fumando o bebiendo; tiene que cuidar de sí misma, debe vivir para el bebé y pensar en él en cada acción diaria: es un mandato del contrato, cuyo fin principal es la entrega de un bebé sano a los clientes.

Estas mujeres necesitan a menudo la ayuda de grupos de apoyo para sobrellevar psicológicamente su gestación y reafirmar constantemente esa mentalidad dualista durante y después del embarazo. Dichos grupos de apoyo, proporcionados por las propias clínicas, alientan a las mujeres a «verbalizar el dolor» en lugar de reprimirlo y tratan de actuar como una «válvula de seguridad» para las madres que experimentan problemas.

Pero lo que realmente hacen estos grupos es adiestrar a las mujeres para que aprendan qué sentimientos son correctos y cuáles incorrectos en el contexto del contrato de subrogación que han suscrito.

Consecuencias de la gestación subrogada para la salud de la mujer

Por un lado tenemos las complicaciones que se pueden asociar en general con todo embarazo, como embolias, anemia, hemorragias, diabetes gestacional, hipertensión arterial, preeclampsia, eclampsia e incluso muerte.

Además, gestar una criatura que genéticamente no es propia supone un mayor riesgo de complicaciones graves como la preeclampsia.

Por otro lado, encontramos toda una serie de riesgos específicos asociados a las condiciones de concepción, gestación y parto impuestas en los contratos de subrogación que comprometen la salud materna de estas mujeres.

La hiperestimulación hormonal necesaria para la preparación del cuerpo de la mujer para mantener el embarazo puede tener muchos efectos secundarios similares a los riesgos asociados a la donación de óvulos, como el síndrome de hiperestimulación ovárica, que produce dolor y que a veces exige hospitalización, fallo renal, posible infertilidad futura e incluso la muerte.

La transferencia de múltiples embriones para aumentar las tasas de éxito constituye otro de los peligros para la salud de la mujer. El deseo de los clientes de asegurarse la obtención de un bebé, junto al propio interés de la clínica en tener éxito, hace que a las mujeres se les implante a menudo más de un embrión a la vez, lo cual está desaconsejado desde el punto de vista médico. La transferencia de varios embriones aumenta las posibilidades de que se produzcan embarazos múltiples, los cuales se asocian a mayor riesgo de hipertensión, preeclampsia, diabetes gestacional y hemorragia postparto, e incrementan la posibilidad  de intervenciones traumáticas para deshacerse de algún embrión.

En este tipo de embarazos también se realizan sistemáticamente pruebas de amniocentesis para garantizar la integridad genética del feto. Los riesgos asociados a esta prueba son dolor, infecciones, sangrado y aborto.

En un altísimo porcentaje de casos el parto es inducido y por cesárea. Se trata de cesáreas que se realizan para facilitar la programación y maximizar el número de nacimientos en la clínica y también para facilitar que los clientes puedan asistir al nacimiento de la criatura que han comprado. La cirugía abdominal para extraer el bebé del útero conlleva riesgos bien documentados, incluyendo cortes quirúrgicos erróneos a la mujer y al bebé, infección, hemorragias, histerectomía, dolor severo y/o dolor a largo plazo en la zona de la pelvis o en la cicatriz de la cesárea e incluso muertes maternas relacionadas con la anestesia o con el mismo procedimiento. La investigación también indica que las mujeres que han tenido cesáreas tienen más probabilidades de tener problemas para quedar embarazadas de nuevo. Además, esta es una condición que debería tenerse en cuenta para evitar riesgos graves en futuros partos, como ruptura uterina y condiciones como placenta previa, placenta accreta o desprendimiento placentario. Por este motivo, los futuros partos vaginales deberían realizarse en unas condiciones que tuvieran en cuenta esta circunstancia previa, lo cual no siempre va a quedar garantizado cuando las mujeres regresan a su entorno social.

La privación de libertad de la madre y el acceso restringido a la familia para controlar el embarazo es otra condición del contrato que perjudica la salud y el bienestar de las madres. Por estipulación del contrato, las madres suelen estar recluidas durante el embarazo en residencias de maternidad, aisladas de su familia y de su entorno social.

Se les priva de la libertad de gestionar su propia salud y bienestar, restringiendo sus relaciones sexuales, controlando su alimentación y limitando sus relaciones sociales. El coste de estas restricciones es imposible de cuantificar, pero no es difícil  imaginar que no son las condiciones más adecuadas para llevar a término un embarazo saludable.

Se priva a la mujer del derecho a la toma informada de decisiones sobre su propio embarazo. Si la mujer desea abortar y, por lo tanto, desea terminar con el contrato, no podrá hacerlo. En ese caso tendría que pagar grandes sumas de dinero a los clientes de la subrogación, algo imposible de afrontar. Tampoco podrá continuar con el embarazo si ella así lo desea en el caso que los clientes decidan que la mujer aborte uno o más de sus fetos cuando, por ejemplo, los clientes no quieren ser padres/madres de múltiples o se detectan anomalías fetales.

La ausencia de seguimiento y atención postparto. Los contratos de subrogación no contemplan el apoyo postparto para las madres. Las mujeres no reciben atención médica ni psicológica durante la fase de recuperación postparto, la cual suele ser lenta y complicada. A nivel físico, las madres deberán recuperarse de las cesárea, pero no van a contar con asistencia sanitaria ni ayuda de ningún tipo, regresando a sus familias y comunidades donde ejercen de cabeza de familia en muchos casos y cargan con la mayor parte de las responsabilidades.

A nivel psicológico, se quedan solas frente al impacto de haber entregado a su criatura. Tendrán que gestionar la lactancia, que puede ser inhibida farmacológicamente, con sus correspondientes consecuencias, o bien estar incluida dentro del contrato. En este último caso se incrementa aún más el sufrimiento, ya que la mujer deberá extraerse mecánicamente la leche durante unos meses para enviarla a los clientes.

A esto hay que añadir la vuelta al núcleo familiar y comunitario y la probabilidad de tener que hacer frente al posible estigma social.

Bajo estas condiciones, Ibone Olza afirma que no es de extrañar que otro de los problemas que pueden sobrevenir a la madre subrogada, con más frecuencia que a otras madres, es la depresión posparto, el estrés postraumático e incluso la psicosis puerperal y el suicidio, pudiendo quedar su salud mental comprometida de por vida.


Fuentes:

  1. Vientres de alquiler: violación del derecho a la salud materna y primal.
  2. La subrogación uterina: análisis de la situación actual.
  3. Maternidad subrogada en México: documentan casos de discriminación y abusos por mala regulación
  4. El contrato de maternidad subrogada: La experiencia estadounidense
  5. International Social Services.
  6. Gestational Mothers. Surrogacy360
  7. Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas
  8. Recent trends in reproductive tourism and international surrogacy: ethical considerations and challenges for policy
  9. Una nueva cláusula del Contrato Sexual: vientres de alquiler
  10. Women not for sale
  11. 18.000 euros por el primer ‘vientre de alquiler’ español
  12. Trading on the Female Body: Surrogacy, Exploitation, and Collusion by the US Government
  13. Ukraine’s ‘baby factories’: The human cost of surrogacy

Lecturas complementarias:

  1. Commercial Surrogacy in India: Manufacturing a Perfect Mother-Worker
  2. India’s Gestational Surrogacy Market: An Exploitation of Poor, Uneducated Women
  3. Madres de Alquiler Indias hablan del dolor de entregar a sus criaturas
  4. Maternidad subrogada: explotación de mujeres con fines reproductivos