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Vientres de alquiler, adopciones forzosas, robo de niños y granjas de bebés, todo es la misma aberración.

Por Ana Trejo Pulido, fundadora de Stop Vientres de Alquiler

Como insisto en contar en mis charlas y explicar cada vez que tengo ocasión, desde hace más de 60 años se ha ido configurando a nivel mundial un potente y lucrativo mercado ilegal de bebés, sustentado en la explotación sexual reproductiva de mujeres empobrecidas y/o vulnerables, a través de tres mecanismos básicos: el robo de bebés, las adopciones forzosas de recién nacidos y las granjas productoras de bebés.

Ejemplos del robo de niñas y niños y de adopciones forzosas o ilegales, los encontramos en la historia reciente de España y Argentina:

Mientras en España las asociaciones de víctimas siguen pidiendo justicia, el gobierno australiano en 2013 pidió perdón por las miles de adopciones forzosas que se dieron en este país entre 1950 y 1970. Además, para resarcir a las víctimas, destinaron «5,2 millones de dólares para permitir el acceso a las redes de especialistas, atención mental y acceso a los registros de adopción, además de 1,6 millones de dólares para una muestra especial en los Archivos Especiales».

Paco León en su serie «Arde Madrid», muestra como ocurrían estas adopciones forzosas durante el franquismo, como las mujeres pobres y solteras que se quedaban embarazadas eran infantilizadas y coaccionafas para que dieran sus bebés. La escena donde muestra todo esto se llama «Con la Iglesia hemos topado» y en ella hace además, un guiño magistral conectando esta práctica con el alquiler de vientres.

No dejéis de ver el vídeo que os comparto aquí abajo porque es realmente bueno y muestra todo esto en tan solo un par minutos:

Con la Iglesia hemos topado. Arde Madrid. Paco León

Más hiriente aún, por el mayor grado de violencia empleado con las mujeres, son las granjas productoras de bebés, por ejemplo, las que proliferan en Nigeria.

Mujeres muy jóvenes, apenas niñas, son violadas hasta quedarse embarazadas. Otras son secuestradas cuando se quedan quedan embarazadas fuera de una relación matrimonial. Todas son retenidas hasta que dan a luz sus bebés, que les son arrancados de su vientre, literalmente, para venderlos en el mercado ilegal de adopción internacional, tráfico de menores, redes de trata y prostitución infantil y todos los horrores que se nos puedan ocurrir.

Algunas noticias que ejemplifican este horror:

A este ilícito mercado internacional de criaturas a través de las adopciones ilegales, el robo de bebés y las granjas, se suma desde hace unas décadas la práctica del alquiler de vientres.

Lo que tienen en común todas estas modalidades de explotación de mujeres con fines reproductivos, es que una mujer vulnerable es utilizada como útero-fábrica para engendrar una criatura que le será arrebatada.

En todos los casos se comercia con un bebé. El bebé es la mercancía por la que los compradores pagan. En todos los casos la transacción se realiza por medio de varios intermediarios que obtienen pingües beneficios derivados de la venta de un bebé usurpado a su verdadera madre. Curas, monjas, matronas, ginecólogxs, poderes militares, políticos y judiciales, clínicas de reproducción asistida, agencias intermediarias, despacho de abogados etc han sido y son algunos de los implicados en este negocio.

Desde el punto de vista del modelo de negocio que implica esta práctica (aunque los interesados se empeñen en hablar de modelo de familia) interesa analizar qué hay de nuevo en el alquiler de vientres.

Entre otras cuestiones, el elemento distintivo principal es la tecnología implicada la cual permite sofisticar, especializar y globalizar la fabricación de bebés.

En concreto el alquiler de vientres tiene lugar mediante la tecnología y las técnicas de reproducción asistida, sin las que sería imposible la «gestación subrogada», y las tecnologías digitales de comunicación y procesamiento de la información, sin las que sería imposible la comercialización global e internacional.

Sobre estas tecnologías, principalmente, se sustenta un sucio negocio que no es rosa, ni azul, como tratan de mostrarnos las agencias que encontramos en Internet. Un negocio que te permite, si tienes el dinero suficiente, encargar desde el ordenador de casa la fabricación de un bebé a la carta, con la propia herencia genética, o la seleccionada a gusto por el cliente; con control de calidad y derecho al descarte de la mercancía humana no satisfactoria.

Desde el punto de vista de los mecanismos culturales que sustentan esta práctica lo que cambia con la maternidad subrogada es lo que explica muy bien la filósofa Alicia Puleo cuando afirma que hemos pasado del patriarcado de la coacción, al patriarcado del consentimiento. Y por tanto, de una violencia explícita: te robo el bebé, te obligo a darlo en adopción; te violo, hago que des a luz y comercio con el bebé en el mercado ílicito de adopción internacional; a otra violencia, sutil e implícita, que es la que lleva aparejada la aceptación de la explotación reproductiva como legítima sobre la creencia errónea de que ahora las mujeres, que ya somos «libres» para hacer con nuestro cuerpo lo que queramos, lo somos también para ceder la soberanía de nuestro cuerpo y nuestros bebés al mercado, comprometiendo nuestra salud física, psíquica y social de por vida.

O esa violencia implícita de la que habla magníficamente mi compañera Inma Guillem en su artículo «El deseo y la culpa« cuando analiza las causas culturales que llevan a una mujer a alquiler su vientre en sociedades supuestamente libres y desarrolladas como pueden ser la norteamericana o canadiense, donde las mujeres son deshumanizadas y transmutadas en «ángeles» altruistas por los compradores y «voluntariamente» entregan el fruto de su vientre. Guillem acertadamente afirma en su artículo que «trener descendencia es un mandato social que sirve para oprimir y humillar a mujeres que no tienen esa capacidad, y culpabilizar a las que sí la tienen.»

Y sin embargo, mientras que el robo de bebés, las adopciones forzosas y las granjas de criaturas se reconocen como ilegales y un atentado a los DD.HH, la denominada «gestación subrogada» puja por dibujarse en el imaginario colectivo como una técnica reproductiva y un derecho reproductivo, a la vez que una opción libre para las mujeres. Pero que no nos engañen, esto es más de lo mismo, y deberíamos sentir el mismo horror y repugnancia.

¿Por qué existo? es la pregunta que deberíamos hacernos para tener en cuenta la perspectiva de los bebés al analizar este tema. Tristemente, la respuesta que arroja la subrogación es clara: Yo existo porque alguien pagó por mi.

La explotación reproductiva, al igual que las adopciones forzosas, el robo de bebés y las granjas de criaturas, con respecto a los bebés implica:

  • La violación intencionada de su derecho a la salud primal.

  • La violación de su derecho a conocer su identidad y sus orígenes.

  • La denegación del derecho a la tutela institucional.

  • La violación de su derecho humano a no ser vendido, traficado, ni convertido en un producto comercial con control de calidad.

¿Qué preguntas se harán estos bebés cuando sean adultos y conozcan su historia? Los testimonios de miles de niños y niñas robados nos da una idea de lo que van a pasar estas criaturas.

Acabo este post, precisamente, con el doloroso testimonio de una mujer que siendo bebé fue arrancada de su madre en el marco de las adopciones forzosas que ocurrían en nuestro país, y que está publicado en el blog de Ibone Olza, activista imprescindible en la lucha contra el alquiler de vientres.

No es dificíl imaginar que el dolor experimentado por esta mujer, será el mismo por el que posiblemente pasen muchos de los bebés nacidos del alquiler de vientres.

A la autora, sea quien sea, le agradecemos profundamente su testimonio.

La herida primal: gestación subrogada y apropiación de bebés

Publicado en: https://iboneolza.org/2017/04/04/la-herida-primal-gestacion-subrogada-y-apropiacion-de-bebes/

Publico esta carta que me envía una mujer víctima de un adopción irregular y que desea permanecer en el anonimato. Explica muy bien cuánto hay de similar entre la apropiación de bebés (o el también llamado “robo de orígenes”) y la gestación subrogada. En primera persona, desde el dolor y la lucidez de quien se atreve a nombrar sus heridas, con valentía. Gracias.

La maternidad subrogada tiene tanto paralelismo con la apropiación de bebés que estuvo ocurriendo en España (y muchos otros países, como Irlanda, Argentina o la misma USA), que es imposible ignorarlo. Y es que el proceso era el mismo a partir del momento de la concepción. Antes no, evidentemente, y esto los hace fundamentalmente diferentes, pero flaco favor se hace a los bebés producto de esta tecnología si nos negamos a admitir las similitudes, propiciando que se repita la misma situación de abuso e indefensión que las víctimas de aquellas apropiaciones denunciamos casi medio siglo más tarde.

Entre los paralelismos que podemos observar entre ambas situaciones tenemos los siguientes: una mujer embarazada, generalmente en situación de vulnerabilidad, que no quiere a ese bebé, o no se lo dejan querer; una organización dispuesta a mediar entre los deseosos padres adoptivos y la mujer; los argumentos que esgrimía esta organización para lavar la conciencia de los padres, que sabían que no estaban siguiendo el camino legal: “ella no lo quiere, le hacéis un favor”, “salváis la vida del bebé” (ahora dicen que “le estáis dando la vida a este bebé”), “así es más rápido para todos y menos engorroso, no pasa nada si utilizáis el pequeño truco de inscribir al bebé como vuestro”. La mujer embarazada es una mujer sin derechos, a merced de las circunstancias, que no tiene ninguna posibilidad de echarse atrás en sus decisiones, viviendo su embarazo bajo el control de los que han decidido ya que van a hacer con su hijo, porque ella no es nadie aquí, no pinta nada en la ecuación y a la que ni dejarán ver el bebé que ha parido.

Pero el que se lleva la peor parte es, sin duda, el “producto” del embarazo: un bebé a merced de todo este sistema, que si nacía imperfecto ya nadie quería y a ver qué coño se hacía con él. Y si nacía perfecto entonces sí, entonces era un hijo muy querido y muy deseado y muy amado y muy perfecto … y que no podía decir que era adoptado, en el mejor de los casos. En el peor ni se lo dirían a él. Y que nunca podría saber quién le engendró, donde están sus orígenes, por qué lo sacaron de ellos. Y que cuando tuviera hijos no sabría si hay alguna enfermedad horrible que puedan heredar, o si esa cara tan bonita de su niño, que no se parece ni a ella ni a su padre, sería como la del abuelo biológico… quién sabe a quién está viendo en su hijo.

Me decían, y me dicen, que las cosas eran así, que se hacían así. Es lo que les decían a ellos y lo que ellos quisieron creer. Que la adopción legal suponía un periodo en el que les podían quitar al bebé, y ellos no podían afrontar eso. Vela se lo presentó todo muy bien: clínica privada de renombre, impecable, análisis médicos para confirmar infertilidad, pruebas y más pruebas para considerarlos idóneos. Todo con mucha autoridad y muy serio. Dos grandes autoridades del momento: el médico y el cura, asegurando que todo estaba muy bien hecho. Que era lo mejor para la chica y para mí. Que era lo mejor para ellos. Que ellos sólo tenían que pagar los gastos de la chica, les dijeron, en su clínica privada. No estaban comprando ese bebé, por supuesto que no.

Y durante muchos años yo fui la niña perfecta. Fui la hija perfecta hasta que a los 30 años emigré fuera de mi país. Así, sin más, de repente el personaje se desvaneció y yo me rompí. Y es que tenía un agujero muy grande dentro, donde debería haber estado ella (y su historia) y de donde yo la había sacado, porque, total, “no te quería, para que te preocupa, nosotros te queremos tanto, eres nuestra vida…”.

Adoro a mis padres, y por eso he negado la realidad durante muchos años. Me lo han dado todo y con todo el amor. Abrir los ojos ha resultado aterrador y muy doloroso… pero estaba rota y solo podía salir adelante mirando la realidad a la cara y enfrentándola. Ha sido, y es, muy duro.

Por eso cuando veo los vientres de alquiler se me revuelve el cuerpo porque solo veo la versión moderna de lo que se montó en aquellos años. Sólo cambia la tecnología. Pero las mujeres ahí están, embarazadas. Incubando al hijo que no será de ellas. Entonces vivían hasta el parto en residencias de monjas. Ahora, quien sabe…. Más o menos igual, pero sin monjas. Y ahí están los bebés: gestados en un cuerpo que no conecta con ellos, porque no los desea, o en una madre rota por el dolor y el miedo, paridos acorde al calendario más conveniente para ser recogidos por los padres, separados del cuerpo que los ha gestado y entregados a unos brazos extraños. Para la mayoría nada de teta, nada de cuerpo materno.

Dicen que la herida primal no está demostrada, y probablemente tengan razón. Debe de ser muy difícil de demostrar. De hecho, puedes vivir toda la infancia sin manifestarla. De mí destacaban siempre lo feliz que era. Era tan guapa, tan feliz, tan…. perfecta. Pero hay algo que está roto y esto acaba sangrando antes o después. Mi herida fue sanada en parte por el enorme deseo de mi madre, que me dio, además, mucho cuerpo. Mucho más del que generalmente se les daba a los bebés de aquella época. Pero la forma en la que todo se hizo, las incertidumbres, los secretos, los remordimientos y las automentiras… La necesidad de excusar lo que sabes que está mal hecho. Eso me ha hecho mucho daño.

Sólo recientemente, tras meses de presión de mi psicóloga para que escriba algo sobre o a mi madre biológica, he empezado a llenar el agujero que ella dejó. Simplemente con el reconocimiento de su existencia. Yo todavía no he sido capaz de escribir nada, pero Patricia Margaría me mandó su “Palabras para encontrarte” y por primera vez pude enfrentarme a las palabras que también estaban dentro de mí, pero no podían salir. A través de sus palabras a su madre biológica yo empecé a recuperar las mías para la mía. He llorado mucho desde entonces, pero el agujero se va llenado y ella, aunque sin cara y sin identidad, ya “es”. Y eso ya es mucho.

Yo sí sé que la herida primal existe, aunque no sé si tiene demostración científica.

Y sí, la maternidad subrogada es violencia porque a todo lo que he vivido yo (y mucho más que se les hace a esos bebés) hay que añadir, además, que ni siquiera es una situación creada para solventar un problema que ya existía (el embarazo no deseado que ya estaba en marcha). A mí me ha costado mucho, y todavía me cuesta, poner las cartas sobre la mesa y decirles a mis padres lo que hicieron mal. A ellos les está costando mucho aceptar que no estuvo bien hecho. Si, encima, ellos hubieran provocado toda la situación al provocar el embarazo en estas condiciones…Yo no sé… De verdad que no sé cómo estos padres van a mirar a los ojos a sus hijos adultos cuando estos empiecen a mostrar su herida.

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